La
importancia que se vislumbraba en la energía eléctrica,
incentivó la investigación de las diferentes maneras de
aprovecharla, una de estas maneras estaba destinada a los motores.
Motor de Froment:
Basándose en Joseph Henry, que en 1831 había creado un artilugio
oscilante movido por electroimanes y tambien influenciado por el diseño
de la máquina de vapor, Pablo Gustavo Froment (1815-1865), construye
un MOTOR ELÉCTRICO LINEAL, que fue desplazado inmediatamente
por los motores rotativos, quedando convertido inmediatamente en mera
curiosidad, al igual que ha pasado con otros muchos descubrimientos.
En este invento suyo un sistema de electroimanes impulsan alternativamente
a sus núcleos móviles, produciendo un movimiento lineal,
que un cigüeñal y un volante de inercia transforman en rotativo.
Precisamente una de las mayores ventajas de los motores eléctricos,
sobre los de vapor fue su manifestación en forma de energía
rotativa, sin mecanismos intermedios, por ello, la idea de Froment,
no pudo prosperar.
Motores
eléctricos rotativos
En
1834 Boris Semenovich Jacobi hizo ensayos con un motor eléctrico
de electroimanes y cinco años más tarde lo empleó
para navegar con un barco.
El funcionamiento de los motores es consecuencia de la reversibilidad
de los generadores. El cuerpo llamado "inducido", se pone en
movimiento, respondiendo al campo magnético de otro cuerpo, llamado
"inductor", también puede ser al contrario, que el inductor
sea el que se mueve.
Con fines didácticos y experimentales podemos obtener un pequeño
motor, construyéndonos, una bobina al aire, cuyos extremos pelados
por la mitad y longitudinalmente, nos sirven de colector y de eje, eje
por donde una vez colocado en dos soportes conductores, se le introduce
la corriente de una pila, y todo ello bajo la acción del campo
magnético de un imán; tal y como se ve en la figura.